Cuando Carolina soltó sin previo aviso el mensaje que traía, lo primero que me pasó por la cabeza fue levantarme y echarla del despacho, pero luego, pensando en la reputación de la empresa, me calmé y disculpándome ante mi cliente salí empujando suavemente a Carolina que seguía abrazada al picaporte mirándome con cara de pena.
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