Parecía que la soledad era la única
que no me iba a defraudar en esta
vida. Siempre estaba ahí, una y otra
vez, recordándome mi desamparo
afectivo y social. Volvía a ocurrir.
Tras años emborrachado de éxitos
editoriales y sin ser capaz de construir y mantener
relaciones estables, allí estaba yo, solo,
en Vigo, en un piso de alquiler del número 24
de la Avenida da Florida.
Las cajas de la mudanza me rodeaban como si
fueran mi único reducto donde refugiarme. El
sol de abril entraba por las ventanas y caldeaba
una vivienda que aún mantenía la humedad de
los meses de atrás. Acababa de aterrizar procedente
de la cosmopolita e insomne Barcelona
donde había trabajado para la importante
editorial Random House durante diez años en
los que había alcanzado la cumbre en las listas
de los libros más vendidos con cuatro de mis
cinco últimos títulos. Mercado Travesas. Vigo