La vitivinicultura en España juega un papel que trasciende más allá de lo puramente económico; es un sector que tiene tanto una función social, como es la de fijar a la población en el medio rural, como una función medioambiental (ayuda a la protección contra la erosión y favorece el uso sostenible de los recursos tierra y agua) a la vez que es prácticamente el único cultivo que se puede dar en determinadas zonas de la cuenca mediterránea por su perfecta adaptación a unas condiciones agroclimáticas semiáridas.
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