Dos soledades se juntaron en
un hotel. Dos almas infelices
buscaban consuelo que alegrase
sus vidas con un poco de
placer culpable. Se aferraron a
que saltase una chispa por pequeña
que fuese, y que ésta arrojase algo de luz
y calor a una existencia gris y anodina.
Pero para entender esta historia hay que empezar
por el principio: cómo los dos acabaron
en ese hotel y cómo ese encuentro alteró sus
vidas.
Un día, dos infelices fueron a parar al mismo
vagón sentados uno frente a otro; dos personas
que no tenían mucho que ver entre sí, unidas
por el trabajo y las circunstancias. Mercado Central de Castellón