El teléfono gritó y la señal insistente se clavó con violencia en la sien, devolviendo a Pedro a la realidad. Al otro lado del auricular escuchó una voz fuerte, de mujer, era su tía Virtudes que le llamaba a primera hora para felicitarle en su cuarenta cumpleaños. La sorpresa y el olvido de la fecha le hicieron reaccionar, se despejó de golpe y recordó que tenía que viajar a Cuenca esa misma mañana.
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