Decidió irse a Madrid con 17 años y 3 pesetas en el bolsillo, dejando atrás un mundo al cual ella consideraba algo cerrado, un mundo que se reducía a su madre, su hermano pequeño y al antiguo Mercado de Abastos de San Agustín, donde de niña solía esperar eternas horas a que su madre terminase la jornada laboral.
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