El Siglo de Oro español, que abarca casi dos centurias
-todo el XVI y la mayor parte del XVII- es
un periodo de tiempo mítico en el que, a pesar
del espectacular florecimiento del pensamiento, el
arte y las letras, apoyado en un extraordinario auge
político y militar del Imperio, coincidió con el paradójico
correlato de la más negra de las miserias.
Así, mientras el Siglo daba al mundo literatos como
Mateo Alemán, Pedro Calderón de la Barca, Guillén
de Castro, Miguel del Cervantes, Luis de Góngora,
Baltasar Gracián, Teresa de Jesús, Lope de Rueda,
Lope de Vega, Francisco de Quevedo, Francisco de
Rojas, Zorrilla, Tirso de Molina, Garcilaso de la Vega
o María de Zayas; pintores como El Greco, Bartolomé
Esteban Murillo, Diego Velázquez, Francisco de
Zurbarán, Juan Sánchez Cotán, Alonso Cano, o Claudio
Coello, y escultores tales que Gregorio Fernández,
Pedro de Mena o Juan Martínez Montañés; la
mayoría de la población española vivía bajo los umbrales
de la miseria, las hambrunas eran constantes,
las enfermedades y plagas se extendían por todo el
territorio y, para la inmensa mayoría de la población,
llevarse un poco de alimento a la boca era la tarea
prioritaria, casi única, y dramáticamente cotidiana.
En ese contexto, aparece y hace fortuna un género
literario, la picaresca, que aúna los esplendores y miserias
antedichos.