El cambio en los hábitos de consumo de vino ha sido
rápido y radical, debido en buena medida a la incorporación
al consumo de las nuevas generaciones, a la
caída en desgracia de los vinos de gran extracción de
color y al excesivo uso de madera, al incremento de las
compras en los países no productores y al renacer de
los blancos y espumosos, la euforia de los rosados y la
vuelta a los aromatizados.